Y
palabras caían de sus ojos,
y
palabras corrían por su cara
y
acababan en la mesa, en el suelo.
Servilleta
negra, mente blanca,
todas
las letras habían escapado,
incluso
hasta los puntos y comas,
tildes,
diéresis y números.
Ni
siquiera quedó sin querer el punto
de
las gritonas exclamaciones.
Un
amasijo de pensamientos desordenados
de
fecha y lugar. Sin clasificar
también
estaban las emociones,
la
furia mezclada con la tranquilidad,
la
pena con la decepción, la mentira
con
la verdad. Lo real no lo parecía,
real. Lo irreal aparecía y desaparecía.
Y
como todo salió de su cabeza, tal cual
volvió
a entrar, una tras otra, en fila,
frases
con pleno sentido, que se fueron
ordenando
por secciones, formas y colores.
Una
vez que estuvo todo colocado,
miró
al papel, ahora blanco puro.
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