31 ago 2014

El misterio del cementerio

En el cementerio vive gente,
algunos ya en descomposición,
antes la sangre tenían caliente
ahora ya no les palpita el corazón
y no tienen nada en la mente.

Por la noche el suelo está ardiente.
Tranquilos fantasmas en su habitación,
como todos, también frío sienten,
así que encienden la calefacción
mientras al tiempo le híncan el diente.

Un día nació un muerto viviente,
(y aunque aún viviendo carecía de razón)
irresponsablemente valiente
en la calle empezó a cantar una canción
que hablaba sobre volar oníricamente.

Cantar con el alma le escuchaba la gente.
Pálido, amoratado y roto su pantalón,
y aunque muerto, honestamente,
no pedía por ello remuneración,
tan sólo quería luchar pacíficamente.

Luchaba contra prejuicios de la sociedad presentes,
porque aunque algunos admiraron su determinación,
otros ignoraron la posibilidad más evidente:
No existirá sin soberbia ninguna civilización
hasta que todos nos sincronicemos mentalmente.

30 ago 2014

Cortes superficiales

                        Sangramos......... Lloramos.
    La sangre palpita ..... La herida es dinamita
          porque tiene vida propia, ... y la sangre se columpia.
  sangrienta energía, . Sangramos melancolía,
fuerza rojiza. . piedra caliza.
.
.
S
an
amos.
La sangre
disuelve mejor
que el ácido termita
y al fluir por las venas,
por adentro nos limpia.
El caldero se vacía
y la herida
cicatriza
...

Frases hechas (como todas las frases)

                                     "Cariño, tenemos que hablar"
                             es una frase muy pronunciada,
                 a la gente le hace pensar
que su pareja está enfadada.

           "Si el río suena es porque agua lleva"
       es porque si el río suena es porque agua lleva.
          "A buen entendedor pocas palabras bastan"
     significa que un silencio vale más que mil palabras.

Refranes ingeniosos
  que acaban en puntos suspensivos [...]
                     suspensivos irónicos.
                        Impacientes espacios temporales vacíos...

26 ago 2014

Tras la salida del túnel

¿Qué habrá después de la muerte?
Puede que haya infinidad,
podría haber sabiduría.

Incluso podría no haber nada.
Nada nadando en océanos índicos
de infinita nada salada.

Podría también estar ahí todo
lo que quisiste algún día
y lo que desquisiste algún pasado.

Tal vez, tras morir,
renazcamos en otra mente,
otro tiempo u otro espacio.

Cumplimos años cada año,
lentamente nos oxidamos
al caminar y cuando respiramos.

Oxígeno y tiempo
son amigos de arrugas
que notamos cuando nos miramos.

Vida y muerte, odio y amor.
Blanco y negro, frío y calor.
Ying y yang, ateísmo y deidad.

Ingredientes de un mismo todo,
contrapuestos, como el antagonismo
entre la mentira y la verdad.

Sería frustrante que al morir
muriéramos eternamente
porque viviríamos el morir sin vivir vívidamente.

21 ago 2014

Palomas en el día, murciélagos en la noche

En la noche más oscura
gárgolas podrás observar.
Algunas transmiten ternura,
otras salen a volar.

Negras aves adoctrinadas
con la paz como profesión,
manchas en tejados, asiluetadas,
criticadas por su condición.

Condición primera:
no les puede dar el sol.
Condición tercera:
Por el día adoptar un rol.

La segunda condición
es aún más importante:
No a la discriminación
de lo que no sea semejante.

20 ago 2014

La túmba de las palabras

Palabras ajadas de no ser usadas
acabarán bajadas (vendadas) al sótano
donde los rápidos cambios de culturas civilizadas
usarán el nombre de El algador en vano.

Palabras que mucho respeto merecen
luchan por tatuar por siempre en piedra
memorias de genios con historias que estremecen,
tatuarlas con arte y ramificarlas como la yedra.

Palabras que fueron y que luego fueron olvidadas
pasaron de ser abejas reinas a últimos zánganos.
Elocuentes palabras, menos que nunca usadas,
se nos escurrirán entre los dedos de las manos.

Las palabras algún día mueren
como cuando el humo en el aire se desintegra.
Disolviéndose en el tranquilo tiempo perecen,
de sociedades y culturas, tintas negras.

14 ago 2014

Descordando recuerdas.

Si un recuerdo le debe al olvido
lo mismo que nacer le debe a la vida,
¿Existirán recuerdos entonces
del comienzo de la vida?.

Nacemos sin vista, sin habla, ni armas.
Vamos escribiendo un libro,
vistiéndonos con prisa porque tenemos despacio,
tatuando con fuego las mejores sonrisas.

Hay recuerdos que se niegan a ser olvidados,
sin embargo, otros más fuertes ocupan más espacio.
Otros recuerdos prefieren tumbarse en los tejados
y contemplar grandes astros de nosotros alejados.

La luz son los recuerdos, lo oscuro es el olvido.
Esos pequeños detalles que jamás olvidaremos
competirán por su hueco con grandes dioses ignorados.
Atea memoria, recuerda todo lo que juntos hemos archivado.

13 ago 2014

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo nueve: Refuerzos

Acababa de empezar la tercera guerra mundial, tranquilamente, aunque todos la esperaban. Las tres potencias mundiales comenzaron con una pequeña disputa, como el que discute por quién ha de fregar los platos.

La conciliación era imposible porque dichas potencias eran ininterrumpidamente intransigentes respectivamente las unas a las otras.

Se levantó una mañana de su matrimonial cama sin matrimonio alguno al que darle explicaciones. Le había llegado una carta sin remitente que abrió reticentemente y a la mañana siguiente se encontraba en un avión repleto de gente impaciente directo al problema, al epicentro ardiente. Abrieron las puertas, sacaron a la todas las personas, una a una, y el avión despegó otra vez. Estaban todos en medio de un bosque de hayas, sin hallar si quiera el gatillo del arma, el cuál les salvaría de la silbante lluvia de balas que incorregiblemente llegaría.

Se preguntó en aquel momento si podría llegar a sobrevivir allí o si podría suicidarse por no tener que matar y sufrir.

¿Vivir o morir? ¡¿Sólo existe una opción?¡. No hay disyuntiva más típica que “sí o no”, ni subordinada más mítica que “me dijeron que lo hiciera”.

- ¡Ni caso a los dichos!. ¡Tú mata! ¡No pares! ¡Sólo así salvarás tu alma del exterminio! ¿Ves lo que te digo? ¡Mátale! ¡Si no lo haces te acabará matando a tí primero!

Sintió cómo el diablo había disparado por él, y el mismo diablo le susurró al oído lo mismo que siempre había renegado escuchar de sí mismo:
- En realidad querías hacerlo.
El no más alto y más largo que jamás había gritado retumbó aquella madrugada por toda la sexta planta del último edificio de la Calle Ocaso. Resonó tan alto que su vecina Luisa picó preocupada a su puerta.
- ¡Vladimir! ¿Te encuentras bien? ¡Ábreme la puerta! ¿Estás ahí? ¡Rápido! ¡Ábre!
Tras severos minutos de shock cerebral, se levantó de la cama sudando y extremadamente pálido, como si hubiese sufrido un soplo al corazón.


- ¡Voy, señora Luisa!.
Entonces cogió la manilla y abrió la puerta. Allí no había nadie. Tan sólo un zumbido a través del pasillo, producido por una bombilla fluorescente en estado de metástasis. Tan pronto como cerró la puerta explotó la bombilla de su habitación, haciéndole imposible determinar a cuánta distancia se encontraban sus sábanas. Con las manos extendidas intentó tocar algo reconocible y tras cinco interminables segundos notó que había alguien en su habitación con él. Le escuchaba respirar. Respiró suavemente para no interferir en su propio oído y de repente reconoció justo enfrente la forma de un ente, quieto, inquietante, con forma de serpiente, que movía la boca incesantemente. No supo que hacer en aquel instante. Tembloroso y aterrorizado intentó mantener contacto rompiendo el hielo con una pregunta con tacto:
- ¿Has venido a ayudarme o has venido a condenarme? Hablemos de tí, de mí hablaremos más tarde.
- Has superado el miedo, has desmenuzado preguntas para dar con sus respuestas y sabes que ha valido la pena llegar hasta aquí, con esa sonrisa que dibujas ahora lo demuestras. Siempre estoy a tu lado, aunque a veces me confundes con las sombras que te rodean, con zumbidos y con niebla. Soy la parte de tí que se manifiesta en contra de la ignorancia y de la guerra. Soy paz, soy pura, soy la foto archivada de tu alma capturada. Soy tu mujer, a tí estoy unida, subrayo la verdad que crees extinguida. Soy la risa tuya de niño que desde entonces te tiene cariño. Sé que luchas versus tí mismo y prometo defenderte. Si no lo consigo, a donde vayas tendré que ir contigo. Sólo aparezco para recordarte cuán indefinidos son tus límites, aunque no quiero desilusionarte. Perdiste una batalla, aunque aún varias batallas te esperan. Zambúlleme en tí. Seremos más fuertes.
- ¡Una vez te encontré en un bar y después te perdí. Intenté encontrarte en mis libros e incluso en los charcos, y entonces desistí. Aquella vez me dijiste: - sé fuerte. Y hasta esta noche lo fuí. Había dos caminos a mi elección, y creo que el bueno elegí. No haré de este pozo una tumba, porque a la disyuntiva respondí que sí, cuando la pregunta era: ¿Crées en tí?
Aquél indefinido comenzó a acercarse a él (levitante) hablando en un tono inaudible. Se acercó más y más, hasta que justo lo tuvo delante. Aunque el miedo no estaba ya presente, se preguntó una última vez si le haría daño.
- Me presento, porque no sabes mi nombre. Mi nombre es Nadenka, y mi vehículo es el viento que sopla, que guía. Déjate llevar por él, señales en el suelo, presencias tras tu nuca. Siempre voy tras de tí, no te perderé más, nunca.
Su persona y su impersonal se miraron fijamente. Se unieron y se fusionaron en una única mente. La luz volvió al igual que se fué, de repente. Se miró en el espejo de la puerta izquierda de su armario y consciente, reconoció en sus pupilas a Nadenka. No quiso pensar en pasado ni en futuro. Sintió de los pies a la cabeza un escalofrío y supo que era ella. Al fín y al cabo, el espejo (¿Cuál? [No importa]) no miente.

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo ocho: Reflección

Sólo una eternidad. Sólo un segundo.
- ¡Maldigo el día en el que viniste a mi mundo!
Acto seguido abrió los ojos y se vió a sí mismo frente al espejo sentado en el suelo con los ojos negros, la cara enfadada, las venas del cuello hinchadas, palpitantes y frenéticos latidos del corazón y la mente sintió, la mente sin alma, el alma sin corazón, su reflejo sin palabras y sin palabras se quedó allí durante más de dos horas, reflejándose en aquel espejo acalado y expectante, en el cuál nunca se había reflejado de esa manera, ni siquiera tras una de sus habituales resacas.
Pasado ese tiempo se levantó, se sacudió las perneras intentado mantener la compostura aún reflejado el gesto de ira en su mirada, y salió de la habitación caminando hacia atrás lentamente.
Pensó qué sería aquél sér. Pensó si ése ser sería sí mismo. Pensó si sabría si le estaba observando sin ni siquiera saber qué hacer. Pensó incluso en hablar con él. De repente notó que su reflejo estaba petrificado, congelado tras el espejismo de no reconocer su simismo, con una mirada perdida en su cara y un gesto de indiferencia absoluto. Mientras la figura seguía en su misma postura, figuró que su postura no importaría, entonces se sentó a observarla, preguntándose cuándo se movería.

Tal vez sea un eco de mi pasado que ha vuelto para atormentarme o tal vez la sombra de mi caja fuerte, que de tanto tiempo haber estado cerrada, haya explotado por haberse sentido encerrada. Tal vez sea un sueño y algún día me despierte o puede que este sueño transcurra lentamente, sin tiempo, sin prisa, en el cual muero lentamente. Lo siento, lo noto, ésto es un ser maligno, insidioso. ¿Será alguien ya muerto, tal vez aburrido, que quiera ser bueno y se porte bien conmigo o será algún extraño que querrá recuperar lo que de joven sintió caminando junto al mar?. No sé lo que quiere, no sé qué es mejor, si gritarle te odio o sucumbir al dolor. No debo rendirme, no podrá conmigo, soy más fuerte que el viento, cuando sopla en otoño y los árboles arranca, firme y seguro. Le venceré, Lo juro.
Parpadeó el espejo, lo vió. Se puso de pié con temblorosas rodillas. El miedo volvió, ésta vez con motivo, y no dudo en preguntar si lo visto había sucedido. El ser se movió, esta vez para hablarle, pero su cara ya no era la misma, dibujaba una sonrisa diabólica y orgullosa, la Giocconda de su interior, cristalizada en aquel inservible espejo de cristal. Cristal en su intestino, cristal en el horno de su mirada.
Le miró fijamente a los ojos y le habló.
- Soy tú, soy tú mismo, soy to ego y tu oscurantismo. En un mismo reflejo, sin miedo al destino, soy tu pasado, presente y futuro. Soy lo que fuiste una vez y perdiste por tonto, no quiero matarte, quiero recuperar lo perdido, despacio, feaciente y soñar otra vez lo que sueña la gente. Soy un híbrido, soy un espacio y un tiempo, un antes y un después en tu forma de ser tímido, soy lo nuevo ergo vengo a librarte de tu carga personal, no tendrás más preocupaciones, conmigo no serás, sólo yo seré yo mismo, ahora no te necesito, vine para quedarme y de eso serás testigo. Tus neuronas y tus sueños me pertenecen ahora, son recuerdos que sin tí estarán vacíos. Vengo de un mundo, hace mucho tiempo, un mundo pasado carente de aliciente. Éste es mi mundo ahora y renuncio a vivir oculto, nunca más, tras tu sombra y reflejo, tras borrachera y castigo. Escucha atentamente lo que te digo: he venido a buscarte y te voy a encontrar, persisto, insisto en que me voy a quedar, y no haré que sufras, eso te lo prometo, no quiero ver sufrir a mi hermano gemelo. Te quiero y lo siento, pero son muchos años viendo cómo cuando el jaque mate suena tu rey se desploma en el tablero. No sabes jugar a ganar, siempre perdías, lo sabes, lo intentas y sin querer te pierdes. Perderás el tiempo intentando arreglarlo, yo soy yo, sin dobleces ni trucos falsos, ni Harry Houdini ni Garry Kasparóv te ayudarán a derrotarme, ahora, por primera vez oigo mi voz. Es más fácil si te rindes ahora, esta lucha será árdua y sólo habrá un vencedor, no quiero que pienses que no te tengo cariño, siempre a tu lado, sacándote de apuros, como la vez que mentiste. Fuí rápido, arreglé tus errores, descuidos, palabras que sin querer pensé que pasaron por tu mente y mintieron en tu boca, lengua y dientes. Las veces que padre te dijo lo siento tras una paliza estando borracho, sin mí aquí no estarías, te dí fuerza, te dí abrazo, lo viví a tu lado siendo nada, y ahora te miro y me veo algo. No fuí sino tu alma reflejada en el espejo, con perfecta mímica siguiendo tus pasos, no fuí sino ganas de alcohol gritando en tus labios, tú hablas, yo escucho, el omnisciente tú que irrumpe por capricho, con voz esta vez y voto en tu mente, neuronas chocando y ardiendo violentamente. Vigila tus pasos, te observo atentamente.
Una lágrima en sus ojos gritó sólo en un segundo el ruido de una cascada durante toda una eternidad.

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo siete: Sociopatabilidad

La banda sonora de su vida era un auténtico enigma. Había una canción que le hacía recordar su infancia en aquella casa a la que todos llamaban apropiadamente de ensueño, de sueños estaban hechos sus muros, por encima de éstos y el cielo estaba la ambición de un hombre con un don, un don sin nombre ni perdón, que hacía de cada minuto una lucha ardiente llena de ganas de crecer. Aquel niño, rostro sin alma, pecera sin peces, ojos sin dueño, que quería hacer de sus palabras una flecha abstracta apuntando al horizonte de la verdad, creció rápidamente, como un abeto en primavera.
- Hijo. ¿Qué harías si fueses el único que pudiese volar por un momento?
- Disfrutar del palpitar de la aorta de la libertad.
Muchos otoños pasaron desde aquella pregunta y sin embargo nunca había olvidado la sensación que le había producido imaginar el cóctel molotov de ese instante en el cual por primera vez en su vida se había sentido perfecto. Siempre había considerado la independencia como una bendición que le permitía ser él entero, el entero de ése que ahora vacío intentaba no pensar en la trascendentalidad de su insignificante existencia en un universo desconocido e inquietante que le absorbía en un agujero negro de sorda musicalidad. musicalmente hablando, el Mozart de los agujeros negros: la nota más alta del Stradivariuss más antiguo, penetrante, hipnótico.
- ¿Si un agujero negro me absorbiese, desaparecería de repente?
De repente se acordó de lavarse los dientes. Se dirigió al baño a pasos lentos, pegajosos, y cogió su sucio cepillo de dientes y comenzó a mirarse al espejo con la cara absurda que sólo en el momento en que uno se lava los dientes aprecia. Primero se lavó los molares lentamente mientras pensaba en lo que podría llegar a hacer al día siguiente para salvar el mundo en caso de que un meteorito del mismo diámetro que la Luna se fuese a estrellar contra la tierra. Luego se lavó los incisivos mientras recordaba por un segundo en el accidente de tráfico en el que habían muerto sus padres y le subió un escalofrío por la espalda que le hizo estornudar, lo cual hizo que toda la espuma dentífrica saliese tirachineada contra las paredes. Luego se lavó los paletos mientras pensaba porqué los "paletos" reciben ese calificativo, dado que una vez había escuchado que sólo existían en los pueblos, por lo que creía firmemente que la gente rural no tenía dientes delanteros; Por eso o porque los usaban para abrir chapas de botellas.
Por último se lavó la lengua, la cual dibujaba un aspecto que ni el más realista de los cuadros de Dalí podría plasmar, mientras intentaba unir los puntos que formarían la teoría de su mundo irreal, lentamente, como un ratón en el laberinto de la materia gris buscando el trozo de queso perdido entre tanta caleidoscópica inmensidad de ceguera.
- Soy social, o al menos lo parezco. Vivo en sociedad, o al menos lo intento. Tal vez algún día tenga valor para huir de esta supuesta sociedad en la que nadie me preguntó si quería participar, nadie me advirtió sobre las paradojas y bucles temporales y culturales, mitologías que existen aunque no deberían, el contrato al que estoy atado de por vida del cual no sacaré más ventaja que la experiencia de intentar no ser dominado por él, si es cierto que existe un individualismo, como personas o como animales guiados por instintos innatos, actos escritos en letra pequeña que se escapan de la colosal magnificencia de un contrato implantado y artificial, en el que la inmensa mayoría preferiría ser el alma descarriada de un todo borroso, que la esperanza de cambiar un sistema con la palabra sin nombre agazapada y perezosa en la paz como bandera.
A ciegas, la inercia de conocer por dónde pisaba le guiaba a su enorme cama matrimonial, de su pequeña habitación, donde se propuso a partir de ahora acinturonar el "2πr" de su más viejo enemigo, la razón, el clítoris de la vida que hay que estimular. Justo antes de dormir pensó:

- Sonríe hasta que hiera. Ya sabes, nunca se sabe...

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo seis: Inmanentismo

Habían pasado casi tres meses desde la última vez que disfrutó el dulce sabor de sus labios, sabor que no debía recordar y que trataba de olvidar contando hasta cantidades tan largas como el silencio.
Contó millones y millones de veces la constancia le jugó una mala pasada. Pasó el tiempo hasta que pasó lo que sabía que pasaría, lo inevitable, y evitando pensar en lo mal que se veía, se vió de repente en la mitad de su vida, aunque como muchas otras veces, sin ganas de seguir hacia la segunda etapa de su insufrible existencia.
Así, así como la ciencia, buscando la lógica a preguntas psicológicas que de ninguna de las formas resolvería su guerra mental, en la cual la inteligencia y la razón llevaban algún tiempo lanzando piedras contra su propio tejado, el cual hundido ya por el paso del tiempo dejaba entrar a la siniestra cara del destino, que escrito en letras de oro haría sembrar en su casa el terror y el miedo a una furia indescriptible e irascible al más leve cambio hormonal.
Normalmente no se preocupaba por los problemas del mundo que no le afectaban, como el hambre o la guerra, su guerra interna se lo impedía porque tenía muchas cosas que recapacitar. Incapaz de resolver sus dudas intentó resolver el problema del hambre, el cual su padre siempre le dijo que si alguien pasa hambre y no tiene forma de cambiar su situación debería rezarle a Dios en última instancia de desesperación ante la única cosa que no pudiese calmarlo.
- La fé mueve montañas hijo, altas montañas que rozan el cielo con sus nevadas cimas y hacen que cosas tan insignificantes como las personas sin ningún tipo de trascendencia en este universo, se arrodillen para pedir ayuda, que en la mayoría de los casos encuentran en su fé la fuerza para corregirse a sí mismos.
- Padre, comprendo que la fé es importante aveces, que uno cree que no puede con su propia carga, incluso después de haber sobrevivido a lo insobrevivible no se vé con fuerzas para seguir, pero no es en ese punto en el que la percepción del mundo como antiguamente se conocía cambió radicalmente al que me refiero, sino al hecho de que el hombre se quebranta a sí mismo desde la primera conciencia racional hasta la última que acaba de nacer en estos mismos instantes sin preguntarse siquiera si quiere hacerlo, está en el instinto anima-destructivo que posee la raza humana, aunque llamarlo raza sería igual que rezar sin ni siquiera saber si alguien nos está escuchando.
Se preguntó cuál podría ser la ambición del único ser que el ser humano jamás había conocido a través de ningún método científico y que indudablemente había finalmente hecho de ellos la única raza que no se llama así a sí misma por la sencilla razón de creer haber sido únicamente elegida para algún tipo de desarrollo neurocerebraloide permitiéndoles autocompletar la respuesta a una pregunta que ni el propio ser podría llegar a preguntarse en su puta vida sin antes comprender que no es la evolución la que determina la capacidad para saber si se es o si se crée que se es o porqué sería ser si fuese sería. Sea como sea, antes sabía hacer lentejas con tomate.
- Tómate tu tiempo hijo, has de pedirle lo que realmente tú por tí mismo no puedas conseguir y si consigues terminar sin pensar en lo fácil que sería pedirle dinero, entonces habrás conseguido no tropezar con la mayor arra conocida anteriormente, la ambición. Recuerda que no rezas a algo que algando va y viene. Viniendo estaba aquella tarde cuando ví la luz, una luz que no había visto jamás y que me cegó por un instante. Dilatadas las pupilas pude apreciar algo en la oscuridad de la claridad. la fé no llega de la noche a la mañana, mañana por la mañana verás como todo lo que piensas del mundo se puede reducir a una sencilla pregunta hijo: ¿por qué si el ser humano es tan racional como parece, parece como irracional saber el "Porque..." ser humano siendo?.
- ¿Mujeres o hombres?. ¿Guerra o paz?. ¿Negro o blanco?. ¿Ignorancia o conocimiento?. ¿Superstición o ciencia?. ¿Experiencia o raciocinio?. Mentira y verdad. Nos mienten, nos acechan, nos controlan, nos encadenan. La blanca superstición ha hecho de mí un mendigo luchando por los resquicios de la ignorancia, tal vez para convencer al resto de ignorantes como yo de necesitar saber hasta dónde alcanza la piedra que pesas sobre nuestras cabezas, en la cuál tiempo atrás ya bien las vertebras soportaban la superstición, que en absoluta sabiduría llenó de vacíos mi vida, llena de nada, de nada llenada por recuerdos de un alma encarnada, cebo es la vida y el pez se muerde la cola. El negro es todos los colores juntos y es el hombre curioso el que se pregunta porqué el blanco es ningún color o la homogeneidad de una piscina negra con una gota blanca sería indudablemente gris conocimiento; en efecto el respeto nacería de la comprensión de la heterogeneidad inyecta en una mínima gota ausente de nombre, ausente de vida, ausente de trascendencia en un ambiente regido por reglas, procesos, crónicos cataclismos abismales, sociedad.

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo cinco: Sinápsis

El reloj marcaba las once y treinta y siete de la mañana, pero llevaban siendo las once y treinta y siete muchas semanas, en las cuales no había hecho nada por sí mismo. Tumbado en la cama miró hacia los excrementos de su vida anterior, la habitación que encerraba sus secretos e historias, las historias más ocultas de su ser y que le traían recuerdos indescriptiblemente dolorosos, culpables del estado de su nueva personalidad, ambivalente en el sentido más simple de la palabra, que detestaba con toda su voluntad y que cuanto más odiaba más le hacía perder la consciencia de su propia conciencia que objetivamente vigilaba sus pasos, sus deseos, su subconsciencia, buscando pacientemente su propio talón de Aquiles, que una vez encontrado sería su definitiva definición de la palabra autodestrucción.
- ¿Quién eres? ¡contesta!. Aunque nadie le contestó.
- ¡Muéstrame tu ser! ¡Aparécete ante mí antes que desaparezca!- Gritó.
-¡¿Acaso tienes miedo o sólo es respeto?!.
Se preguntó si alguien habría oído sus gritos, si alguien entendería por qué gritaba si le viesen gritar. También se preguntó si gritaba porque no era capaz de entenderse a sí mismo y se preguntó si se gritaba a sí mismo o gritaba por gritar; Entre grito y grito le apeteció un cigarro (apacible y pantanoso, como el Amazonas) como recurso a escapar de una realidad a la que no llegaba a acostumbrarse, una cultura a la que no pertenecía, una religión que jamás había practicado anteriormente pero que se planteó si debería empezar a seguir. Siempre creyó que la religión era la única circunstancia que hace que el hombre culto e inteligente se degrade, se corrompa, se coarte a él mismo y se niegue las respuestas de la dura realidad, que tras esos muros, guardadas y a salvo del mundo le ayudarían a sobrevivir.
Desnudo en el suelo con su cigarro, comenzó a impacientarse y cometió el error de reflexionar sobre importantes axiomas que necesitaban ser reflexionados.

- lo siento. Toda mi vida he considerado que el alma humana era buena por naturaleza, que cuando una persona comete un error, no es el alma mortal la que pretende destrozar esa supuesta seguridad, derribar esos supuestos altos muros que protegen la prudencia y la moral, que una vez libres desintegran la integridad y anulan el raciocinio; sino la inmortal, la única que sabe cuál es nuestra única debilidad: la inocencia, que al fin y al cabo nos lleva de la mano del destino. Dicen que el destino está escrito.¿Crées que está escrito?. ¿Crées en esas cosas?. Yo creo que no, crées que sí crées, pero no sabes qué más creer, que lo creído acabó y no se volverá a creer. ¿Crées que vas a lograr encontrar la pieza del púzle que falta que te impide ver el dibujo completo?. ¡Te estás volviendo loco!. ¡Qué dices!. Digo que te estás volviendo loco!. ¿Loco yo?. La locura está siempre presente, la sientes dentro cuando estas lleno de ira, revolviéndote las entrañas, extraña es la sensación sí, pero ya estás demasiado acostumbrado a ella para que te afecte. ¿Es la locura ahora mi cordura?. Tal vez podría saber si esto me está afectando psicológicamente si dejase de pensar en donde está el límite. ¿Existe un límite?. ¿Podrías sentir dónde está ese límite o es el límite que nota tu presencia y grita para que lo sientas bien?. Tal vez no es nada de eso y soy capaz de olvidar todo lo que me está pasando o quizás sea peor de lo que imagino y lo que ahora es una voz que me habla y me pregunta cosas será algo que me gobierne para siempre y que a medida que pasa el tiempo me robe la capacidad de elección. ¿Podrías elegir entre morir o matar, y habiendo elegido matar serías capaz de hacerlo?. podría llegar a morir por no tener que matar pero nunca moriría sin matar a quien me hubiese obligado a morir. La muerte sólo es ausencia de vida, y la vida ausencia de muerte. ¿Porqué si la muerte no siendo sentida no siento tampoco el sabor de la vida?. La vida no siente que no la sientas, pero sentirás la muerte sin la vida. Ya estas otra vez pensando en dioses ocultos tras de tí. ¡¿podrías recoger tu habitación?! ¡Mira cómo la tienes!. Sí, la verdad es que sería impredecible. Y ya que me pongo podría intentar recuperar el trabajo que tenía antes, la vida que llevé hasta ahora, aburrida, solitaria y rutinaria, rutinando cada segundo de cada minuto en unos días en los que parece no haber límite, limíto mi mente a pensar en volver a esa vida, la cuál está muerta para mí y todavía no entiendo por qué pienso en ella si no es lo que soy, no es lo que quiero. ¿Sé lo que quiero?. ¿Quiero saber quién soy y para qué sirvo?. ¿Sirvo a la muerte como pasatiempo o paso el tiempo pensando si sé si quiero saber para qué vivo?. Ni siquiera sé francés.

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo cuatro: Preliminares

Oscuro, oscuro el alma, la mente. Oscura la pasión, el brillante miedo, la resplandeciente oscuridad que reflejaba en el muro la sombra de lo que antes hubo sido una mente libre, sana y sin preocupaciones, ahora consumida por el ansia de encontrar una respuesta a la pregunta que tantas veces se había hecho y la cual muda ocultaba la llave que le liberaría en ultima instancia de las cadenas que arrastraba.
Cansado de esperar al pepito grillo de su mente recogió del suelo un trozo de cristal roto de su propio espejo y el valor suficiente para olvidar que lo que iría a hacer sería el acto más cobarde del mundo, la rendición.
Acercó hacia su cuello aquel afilado vidrio sabiendo que no podría hacerlo, más aún ahora sus ojos profundos y negros, negros de ira y vergüenza de los cuales brotó una ínfima gota de lágrima que resbaló por su cara muy lentamente, tan lentamente que pudo notar como su piel la iba absorbiendo de nuevo, lo cual le hizo pensar en lo difícil que de sus ojos era llorar y lo fácil que una lágrima se desvanece en el aire.
Volvió a resonar esa voz:
- !Hazlo! Llevas mucho tiempo deseando hacerlo, pero los dos sabemos que no queremos desaparecer sin saber cómo hemos llegado a esta situación y porqué del reflejo que ves en ese inservible trozo de cristal encuentras el valor que necesitas para usarlo como tu propia sentencia de muerte.
La muerte, guadañaba su espalda poco a poco a medida que se acercaba más y más a su cuello, reflejando halos de luz en su cara y haciendo que su corazón latiera frenéticamente. Sintió por un instante cómo antes de morir ya estaba muerto y que la muerte sólo espera detrás por un pedazo de carne podrida. Su corazón dejó de latir, el silencio era el dominante, más incluso que la propia inteligencia, la cual pensó que hacía mucho tiempo que ya no latía. Aparte de su evidente pérdida de conciencia, también había perdido su sombra, que antes reflejada en el muro con una apariencia siniestra se encontraba ahora en el otro lado del espejo, esperando impaciente a verse de nuevo en su putrefacto huésped.

- Yo he sido quien te ha guiado, quién te ha enseñado los pequeños regalos que por tí mismo no hubieses encontrado, el que te ha dado esperanzas para aguantar. !Soy quien te ha entregado la belleza, la divinidad, la locura, la cual necesitas para saber que no estás loco y para saber que no soy más que lo que quieres ser, no soy más que lo que quieres oír, no soy más que lo que quieres sentir!
- ¡Soy libre! ¡Mientes!¡Mientes!¡MIENTEEES! ¡Mienteees! mienteees! ¡mienteees! ¡mientes! ¡mientes! ¡mientes!
- ¡Tus mentiras no hallarán en mí el eco que hace que se repitan! ¡Ya estoy harto de repeticiones! ¡Ya estoy harto de repeticiones!. repitió.

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo tres: Conclusiones

Pí pí pí pí! Pí pí pí pí! Pí pí pí pí! Pí pí pí pí! Pí pí pí pí! pííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííí....
Continuó sonando el despertador casi toda la mañana sin persona alguna que lo apagara, y así continuó hasta que al despertador se le agotó la pila que siete meses, veinticinco días, cuarenta y un minutos y dos segundos le había despertado con ese pitido ensordecedor que tanto detestaba y que había intentado ahogar de todas las formas posibles sin resultado.
Su habitación continuaba en exacta circunstancia, su gran cama matrimonial sin hacer. Dos pantalones y una camiseta pagana retorcida en una esquina, los libros de aquellos cuentos que tantas veces leyó en las noches insomnes, uno de ellos abierto por la página doscientos setenta y cinco en la que leyó por ultima vez aquello de "...la trajo consigo desde lo más infinito de su alma para lograr una vez más entender los entresijos de su propia locura que tantas veces había visto reflejada en su preocupación y desesperación por encontrar la palabra, esa que sólo ella conocía y que la brindaría la oportunidad de entenderse a sí misma. No obstante sabía lo que de ella se esperaba, lo que de ella nacería y que nuevamente sólo de ella podría emanar. Cuán melancólica es su belleza, el rasgo inexpresivo de sus ojos, la guerra interna que la hacía vulnerable a los cambios en su propia vida que la destrozaban cada amanecer. Tristeza era su nombre, tristeza en su lado privado del espejo, pues en el otro lado residía la más bella y egoísta de sus ambiciones...", las estanterías vacías de pensamiento, el suelo sucio de vanidad, las paredes pintadas de pereza y esa luz tenue que alumbraba la desesperación de aquella habitación a la que probablemente nunca volvería.
La ruptura fué difícil. Nunca había imaginado que su cabeza enloquecería de aquel modo, la dificultad le hizo caer de nuevo en la falsa creencia de que el orgullo es un sentimiento de superioridad en un mundo en el cual la lucha es la única forma de supervivencia. Todo le recordaba a su anterior vida, cuando creía en antiguos dioses orgullosos de su divinidad y su pretenciosidad, en los cuales veía reflejado lo único que la humanidad no podría llegar nunca a entender, la inmortalidad, por la cual tantas almas se corrompen.


- Encuentro el mismo sabor todos los días, el mismo color en la suave brisa, las mismas voces invadiendo mi cabeza y decidiendo por mi, por lo que las consecuencias de mis decisiones aveces me cogen desprevenido y me asustan.
El miedo le hacía encogerse de hombros y canalizar la razón de su existir en ella, la cual fría como el hielo le recordaba que aún estaba vivo y que no tenía nada que temer pues es sólo cuando el miedo entra en nuestras vidas cuando la fé en un mañana mejor desaparece y con ella las ganas de vivir.
No era la primera ni la última vez que intentaría ahogar esas voces que le gobernaban y le obligaban a pensar si era el único al que esto le estaba sucediendo y plantearse que si esa persona realmente existiese que haría en su caso, llegó a la conclusión que si moría, su mente moriría con él.

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo dos: Presencias

Sentado en su silla de siempre. En su mano tenía su bebida de siempre. En la mesa su marca de siempre de tabaco y ese antiguo móvil que de él nunca se quiso desprender.
El bar era amplio, de unos doscientos metros cuadrados, con unas diecisiete mesas redondas repartidas en la parte de la derecha del bar mientras que en la izquierda quedaba la barra perpendicular a la puerta de entrada a la sala donde tantas veces había ido a bailar bajo los focos rojos que hacían de su cara una expresión de tristeza que sólo allí reflejaba su verdadera personalidad, preocupado por el mundo que le rodeaba, subconscientemente anonadado por esa eterna pregunta de quién ha repartido el mundo tal y como lo conocemos hoy en día.
Nunca se había fijado en los cuadros de las paredes hasta aquella noche en la que, después de tres copas, las cosas parecían ir mejor. Se fijó primero en las mesas vacías del bar, tan altas y robustas como él, con esas sillas cuadrangulares que tanto le gustaban porque le recordaban a las que sus padres tenían en la casa en la que se crió. Luego se fijó en las mesas con gente manteniendo conversaciones tan vanales que pensó que a veces es mejor tener la boca cerrada y parecer ausente que abrir la boca y desenmascararse.
Recapacitó sobre qué hacer o qué no hacer, si decir algo interesante al aire o guardárselo para sí o si romper la copa contra la pared y gritar hasta quedarse sin voz, o permanecer en el más absoluto silencio sentado en su silla cuadrada, en su mesa robusta con su viejo móvil y su marca de tabaco habitual.
Tras parpadear se percató de que todas las personas habían desaparecido ante sus ojos y que lo que antes era luz ahora se había transformado en una espesa penumbra que no le dejaba ver más allá de tres metros de distancia.
Oyó tal vez una voz de mujer, distraída, vaga en la distancia, inapreciable desde su posición sentado en su silla, por lo que se levantó de un salto.
Un leve viento frío le sacudió de nuevo la nuca, esa nuca pálida y fría sin lugar a error y erró al preguntar qué era lo que quería. Volvió a oír la voz esta vez un poco más alta, como si se acercase suavemente para besarle. Una sombra en lo más profundo de su ser, como un perro que guía a su amo ciego a cruzar la calle y procurar llevarle por el mejor camino.
La chica, oscura y resplandeciente al mismo tiempo, se acercaba con una sutileza sirenal, como el viento que remueve las hojas del suelo en una tarde de verano; se acercó a él y le susurró al oído:
-Sé cuanto tiempo llevas esperando oír estas palabras, las mismas que del mismo modo nunca has osado pronunciar. Recuerda que los hombres piensan en el futuro y no en el presente, por lo que no merece la pena morir sin haber vivido. sal de esa cárcel en la que todos los días te refugias de tí mismo y podrás ver como el tiempo jugará a tu favor a partir de ahora, ahora que lo que creías cierto no es real, ahora que las ganas de soñar se desvanecen. Te preguntarás quién soy y qué hago en tus sueños, aunque sabes más respuestas de las que ignoras. No las busques sin antes preguntarte si merece la pena hacerlo; lo que realmente hará que valga la pena es superar el miedo a encontrarlas.

En la mente ancladas, disociaciones identificadas. Capítulo uno: Soledad

Abrió los ojos en la oscuridad y pensó cuándo había sido la última vez que leyó un libro interesante o se levantó temprano para apreciar una supuesta puesta de sol.
Se levantó de la enorme cama matrimonial de su pequeña habitación con la sensación de haber dormido encima de un puñado de tornillos oxidados y caminó hacia la cocina lentamente, como si sus cansadas piernas no quisiesen despertar. Despacio asió la botella de agua y le pegó un buen trago. Su frente estaba empapada en sudor y de sus oídos goteaba un líquido amarillento que no dudó en limpiarse.
En su nevera no había más que un trozo de queso un poco reseco, dos botellas de leche caducada y no más de un par de yogures desnatados de fresa. Así que decidió ir a buscar unas cervezas.
Se puso la chaqueta gris que siempre solía ponerse, los pantalones vaqueros desgastados por el uso y los zapatos ajados por el paso de los años, cogió las llaves de encima de la encimera y salió por la puerta.
La noche era fría, cortante. El viento sopló en su nuca y le produjo un escalofrío que le despertó al instante y pensó por qué no cogió la bufanda y el gorro que le había regalado su antigua novia, aunque realmente hacía mucho tiempo que no sabía donde estaba.
Siempre había sido una persona de costumbres fijas y casualmente la casualidad no había formado parte de su personalidad. En su infancia creía en imposibles sueños que le pasaron factura en su ritmo de vida actual y que nunca pensó en la posibilidad de cambiar, después de todo la casualidad siempre está presente. Su vida había ido tornando a peor desde la muerte de sus padres en un accidente de tráfico que aplastó sus cabezas como el mayor de los dedos aniquila el más pequeño mosquito contra la pared y que le produjo un profundo trauma que ni la heroína conseguía hacerle olvidar.
Sus grandes ojos negros, profundos, vacíos, casi tan vacíos como su vida, notaron que todos los semáforos de la calle estaban en rojo, como si la casualidad le pisara los talones, cansados de mantenerle en pie y que irremediablemente hacía que todos los aspectos de su entorno le fuesen familiares.
Caminó por aquella larga calle vacía de pensamiento, de ira, de mudas voces que gritaban su nombre. Caminó y caminó hasta que después de un buen rato frenó en seco y pensó por qué caminar si ya sabía a dónde ese camino le iba a llevar, a esa fortaleza impenetrable que tenía por cabeza y que poco a poco notaba como le invadían imágenes que nunca había visto, sonidos que nunca había oído, pensamientos que jamás imaginó que pudiese llegar a pensar.
Distrajo su cabeza con ella, esa que tanto tiempo pretendió olvidar, que tantas veces enloqueció por no tenerla y que ahora, sólo ahora, era la única en la que podía confiar.