18 may 2016

Dicción.

Si decir que
la soledad
es libertad
es la explicación
más sencilla,
decir
te echo de menos
no es más
que una perfecta
muletilla.

Humo.

Hermoso el tiempo que contigo estuve,
cuánto entre mis sábanas te tuve.
Te disipaste como si fueses nube
y mis sábanas conmigo durmieron,
yo sin tu abrazo no pude.

En mi pecho hay un hueco.
Mi cuerpo es fría y dura roca
que a lava cambia cuando me tocas,
el húmedo otoño huele seco
y la mucha lluvia parece poca.

Volverás sin palabras en la boca,
sin mantas para ocultar tu ego.
A entender tu jugada no llego
y volveré a ser una pieza de tu Lego.


Hasta mañana no.

Esta mañana no,
no despiertes todavía,
déjame ver una vez más
cómo duerme tu melancolía.

Que la luz del sol entre
y juegue con la de tu cara,
acaríciame con tu color,
despiértame con tu mirada.

Déjame besarte con ternura
y teñir de añil el aire.
Pero no despiertes todavía,
en la realidad no sobreviviría.


Ruge el león, herido.

Silencio, que ya empieza la película.
La historia trata sobre un pequeño niño,
que ciertamente no pedía demasiado,
rezando en el suelo frente a su ventana
al dios que, despreocupado, le ignoraba.

Fuerte, padre, ignorante de la fábula,
penetrante olor al aire el desaliño,
tras guerra que había protagonizado
finalizó en calle Vieja Caravana
donde Soledad, mordaz, le acompañaba.

Paloma blanca de largas alas negras,
mirando al universo, pozo infinito.
Esperaba encontrar lo que una vez perdió
y reencontrar al mismo tiempo los porqués
por que su vida había perdido el sentido.

Las rosas blancas que en las zarzas encierras,
absurdo egoísmo escritor de este mito
que en mano martillo pistilo aplastó.
Mártir que muere por su religión. Moisés,
cuando antes vencedor, ahora está vencido.