Ella
consintió sin querer un insulto,
acto
seguido le concedió un contraproducente indulto.
Ella
soñaba, consciente, aunque frustrada,
con
playas de otros mundos, con sus aguas ser abrazada.
Él
consintió que un Tsunami de ira pudiese
arrastrar
de su playa lo que le hiriese.
Así,
sin capacidad de culparse por sus actos
se
fué desviando de los habituales caminos rectos.
Ella
hubiese consentido incluso vivir menos
si
de su mente hubiesen desaparecido los recuerdos obscenos.
La
sangre consiente el dolor a la herida
por
ser la puerta con el cartel de salida.